lunes, 30 de noviembre de 2015

Acantilado (Segunda Parte)

* Salvador me recorre otra vez.
* ¿En qué momento Salvador se volvió tan débil?
* Llénate de fuerzas, por favor. ¡Tú puedes!


* ¿Por qué esta frialdad?


* No debes llorar ahora. Si lo haces, no te detendrás.
* Pero hay un miedo gigante, una incertidumbre, una tristeza. Y no puedes llorar.



* Ir a algún terminal de buses, sin conocer nada, sólo con un fajo de billetes en la cartera y algún documento de identificación, preguntar, comprar un pasaje sólo de ida al sur. ¿A Chiloé? No lo sé, ni idea.
**(Me parece que ese recorrido directo no existe. Soy pésima en geografía chilena)**
* Viajar en bus, contemplar el paisaje. Dejé mi cuaderno borrador en casa.
* Pasar la noche en el bus, llegar al otro día.
* ¿Dónde estoy?
* Preguntar dónde estoy, recorrer el lugar a pie, buscar información turística. En las terminales siempre hay información turística.
* Comer algo primero (por algo traje dinero), un menú con postre incluido.
* Preguntar otra vez cómo se llega al lugar en cuestión.
* Tomar un bus, y preguntar otra vez. ¡Qué desagradable es este contacto humano! Qué tedio es no conocer.
* Bajarme en la entrada del Parque Nacional. Al fin, ya queda poco.
* Entrar, recorrer el lugar. Respirar hondo.
* Encontrar el lugar preciso. Mirar hacia abajo. Esperar a que no haya gente alrededor.
* Ya no hay gente, está atardeciendo. El cielo está más hermoso que nunca.
* Retirarme unos diez o veinte metros para tomar impulso, aunque no es necesario tanto.
* Quitarme los zapatos, colocarlos meticulosamente en el suelo junto a mi cartera. 
* La pena se va, y el tiempo pasa más lento.


* ¿Alguno de los lectores de este blog conoce algún "acantilado de película", por favor? Es para un proyecto personal.

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