viernes, 27 de noviembre de 2015

La Solitudine

* Hoy, en clases, hubo un momento en que casi me puse a llorar. Los ojos se me inundaron.
* Sólo éramos cinco personas en la sala, así que no habría pasado desapercibida.

* No tenía ganas de nada.
* Salí con pena de casa.

* En el microbús, una señora me pidió que pulsara el timbre.
* No le respondí. No tenía ganas de hablar. No tenía ganas de decirle: "Ya toqué el timbre. Yo también me bajo acá."
* Cuando me bajé de la micro, deseé con todas mis fuerzas volverme muda.

* Fui la primera en llegar a la sala. Saludé al profesor.
* No tenía ganas de saludarlo.
* Unos minutos después, me preguntó cómo estaba. No suelo contestar esa pregunta.
* Casi nunca respondo cuando me dicen: "Hola, ¿cómo estás?"
* Así que sólo asentí con la cabeza y le respondí con una sonrisa, bastante forzada, por cierto.
* "¿Bien?", me preguntó, como insistiendo.
* Le hubiera respondido algo como: "Mhh, sólo estoy."
* ¿Qué era mi pena comparada con la de él, cuyo padre falleció hace menos de un mes? ¿Con qué derecho le iba a decir que me sentía mal o triste?

* En plena clase, se me humedecieron los ojos. Casi me puse a llorar.
* Pero, ¿quién era yo para ponerme a llorar frente a una persona a quien se le había muerto un familiar hace poco?
**(Por ahí no va el asunto)**
* Habría sido incómodo y vergonzoso llorar en la sala de clases, con todas las (cuatro) personas mirándome.

* Tuve que sacar mi cuaderno borrador de la cartera. Lo abrí bajo la mesa, y escribí en él: "Tengo unas ganas de llorar. Por favor, no me dejes."
* Afortunadamente, no se me escapó ninguna lágrima.


* Cuando escribí la entrada pasada, estaba en la biblioteca de la universidad. Ahí pude llorar, muy discretamente.



* Es tan triste cuando se va perdiendo la esperanza.


* El título de esta entrada hace referencia a ese verso de Laura Pausini que dice: "En clase ya no puedo más", pero supongo que eso usted ya lo sabía, estimado lector.

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